lunes, 26 de febrero de 2024

Un poema: No toquéis lo sagrado

  














Tras las nieblas,

                                 de lluvia

lenta y veraz ha sido la mañana,

hacia las tres un viento

en su mesura sabio

restauró en el azul, ardida, la pureza

 

esperaban

los débiles estratos, las ingraves

plumas: hielos

de sueño y altos,

las lenes intenciones,

la tarde que prodiga su indigencia

 

y fiel acudes

a la cita diaria con los dioses,

horaciano crepúsculo de invierno,

fiel acudes

a buscarte en lo bello de la huida,

en el color

 

esos rojos en llama que aprende mi conciencia.

 

jueves, 25 de enero de 2024

Un poema: "El roce..."

 


 







El roce frágil,
el invisible ruido
del grafito y la arcilla sobre el alba
de una página muda,
el deleble proyecto de un poema,
lo inocente
a punto de escaparse por mis dedos,
este afán
a las seis treinta y seis de la mañana,
mientras comienza el mundo a vestirse de calles
y una parte de mí
que a nadie importa
pretende ser escrita para saber que es


este paisaje, esta obsesión,
esta luz diminuta que jamás
convencerá a lo oscuro,
esta derrota íntima
de querer escribir, de hallar el adjetivo
donde calladas viven
las sílabas que ocultan mis inviernos.

lunes, 15 de enero de 2024

Carta pública a y siete aforismos de Juanjo Martín Ramos

 


      Nadie es imprescindible, Juanjo, pero tú nos eres necesario, muy necesario. Digo “nos” incluyéndome en la nómina de escribidores que pululamos alrededor de la poesía en Madrid, que no madrileña. Tu nos sabes, nos escuchas, nos atiendes. Eres un hombre merecidamente popular. Y no solo en la Villa. Hace años, ayudado y alentado por algunos amigos, recuerdo especialmente a Ángel Rodríguez Abad, creaste una editorial, Polibea, aprovechando con audacia, y riego propio, una situación que así lo permitía. Y la creaste alentado por una intensa preocupación literaria e intelectual. Digo que, a más de exigente divulgador editorial, eres un magnífico creador, que no renuncia. Preocupado, desde la universidad, por la génesis y el desarrollo del Modernismo en España, diste a la tinta en Huerga&Fierro un estudio recopilatorio sobre el tema. Luego, tres novelas breves, arriesgadas, y una edición crítica del Valle-Inclán gnóstico y místico de La lámpara maravillosa. Añado que trabajé contigo para dar lugar a una plaquette deliciosa en honor a un amigo común, asunto que me permitió crecer en tu amistad, en el conocimiento de tu valía, en el saber de tus destrezas estéticas. Un lujo que hago público.

Todo esto para decir que nos has dado la alegría de romper tu timidez y publicar, por fin, obra tuya en el sello que diriges. Ha sido en la colección “el levitador”, donde –número ciento cuatro– ha aparecido Si no veo mi rostro, una selección de aforismos [152] que te retrata e identifica. No busco los libros de aforismos, lo confieso, pero leo los que me llegan, por eso lo compré, y leo con atención y gusto los que contienen, a mi criterio, auténticos aforismos. Un territorio tan dado a mixtificaciones y variantes como propenso a que la originalidad y la inteligencia acudan al desafío. Algo, esto último, que sucede en tu libro, Juanjo. “Si hablas solo, no esperes que nadie te conteste”, escribes. No hablas solo, por ello contesto. Nota primera: es un libro pulido, seleccionado, cernido con harnero. No sé si faltan, pero no sobra ninguno. Nota segunda: no es amplio, permite volver, releer, recordar, establecer conexiones entre las diversas líneas de pensamiento que lo conforman. No agota, tiende al apetito. Tercera: es posible conocer al autor. Son auténticos. Las dudas y las certezas conversan con esmero, y dicen de ti. Cuatro: no pretende deslumbrar, hacer escaparates de ocurrencias ni ofrecernos bravatas de ingenio. Y sin embargo nada hay vulgar ni suena a déjà vu. Quinta: está escrito para el lector, para provocar el diálogo, para incitar, para ser respondidos. No para ser en sí, para unirse a la moda y a la nómina. Sexto decir: Juanjo, sabes que hay tantos poetas, tantos aforistas, tantos ambos, que no merece la pena añadirse sin zurrón, sin algo que aportar. Tuviste dudas. Otros antes, los nombras, te dijeron avanti. Asunto que habla de tu consciencia, de tu conciencia. 

Siete: quiero que sepas que lo he disfrutado. El amor, la escritura, el tiempo y la vida, la fe de los agnósticos, lo aparente, lo ético y los miedos, la identidad…  el hombre (tan débil, tan creído).

_______________

 

Todo amor es platónico, nos enamoramos de la sombra que el otro proyecta en la pared

*

El que se queda quieto, ya ha llegado.

*

Todos pagamos por una deuda de la que no somos conscientes.

*

En el amor siempre hay un cuerpo que se deteriora.

*

Retirarse con la amargura de no dejar nada atrás.

Retirarse con la alegría de no dejar nada atrás.

*

No sabría buscarme entre la multitud.

*

Si no veo mi rostro ¿cómo sé que soy yo?

viernes, 12 de enero de 2024

Un poema/ 24: Gotas, compás

 



 








Oigo en el pozo
voces de gotas:
ensaya el agua
cantos nocturnos,
sones que habitan
mi alrededor
 
caen, se buscan,
son como sueños
que verticales,
que desprendidos,
místicos puros,
bajan, suceden
 
ritmos de aurora,
afán de esferas,
húmedos mundos,
tiempo sin tiempo
con que separo
prosa y camino
 
afuera llueve
contra lo oscuro
y soy la nada,
junto a la nada
mis dos silencios:
la luz, tu ausencia.


                                                                            Ilustración: variación sobre un tema de Pedro Castrortega

miércoles, 3 de enero de 2024

Siete haikus de a dos para abrir 2024

 



 

Para Isabel Fernández Bernardo de Quirós, por su Bienandanza






1
Yo sé tu nombre
prima estrella que has roto la oscuridad
 
2
Agua de pozo
a soga y zinc izada: la poesía
 
3
Días y enero
Fertilidad de verde luz entre olivos
 
4
Llenan el patio
minúsculos gorriones La tarde observa
 
5
Dañados olmos
bordean el camino Lentos mis pasos
 
6
En las retamas
esconden su amarillo las primaveras
 
7
Por el oeste
nuberías y plomo Las tempestades


 



domingo, 24 de diciembre de 2023

Un poema: Porque no es posible dar la vuelta

 

(Fragmento de un tapiz en las Galerías de las Colecciones Reales)

 

Hay instantes en los que

el pan rebelde —que fuera juventud—
acude hasta el cobijo que ofrecen las palabras
 
instantes en los cuales
el viento necesita saber que hay una casa, una ternura,
donde poder parar y conocerse
 
instantes en la piel donde leemos
que las huidas, que las heridas,
son tinta que contempla… y en tinta se resuelven
 
instantes en los cuales es preciso
—mientras la luz resista— escribir con un rictus
de los labios: de nada somos dueños
 
instantes bajo el cielo en donde
pedir al dios de todos que dos hijas, dos aves,
recuerden nuestro paso y sepan
 
que no borren ni lluvias
ni solsticios
la belleza que tuvo aquello que quisimos.

viernes, 15 de diciembre de 2023

Carta abierta a y un poema de EUGENIO RIVERA

 


      Querido Eugenio, reconoce que eres un caso singular, reconoce que eres una mente en ebullición, una voluntad abierta; que posees unas manos tan hábiles como generosas, un rincón en la radio para tu voz levantada, una legión de gente que te conoce y te quiere; que tu lugar entre los miembros de la tribu no pasa desapercibido, que el otro día, lunes 11 y Ateneo, recibiste una demostración de cariño como pocas veces es posible: de los sedentes, de los puestos en pie. Sabio lector de borgiano proceder, vienes añadiendo la poesía a tus afanes cotidianos, que no son pocos. Publicaste Memorias del derrumbe en esa casa iniciática para tantos que viene a ser Vitruvio y ahora respondes a un desafío escribidor con este Manual del desvanecimiento. Dos Mdd en poco tiempo, dos envites parejos, pero en ningún caso paralelos.

      Dijiste que la audacia de la oferta te llevo al riesgo de la solución. La tertulia “El desván” de Torrejón de Ardoz, con la que vives amistad y colaboras, te ofreció para sus publicaciones la oportunidad de decir, y has dicho. Has dicho poesía y algo más. Has elaborado un juego ventrilocuar, aclaras que aprovechando —en uso inverso— la serie numérica de Fibonacci y la imaginación pervertida de Lewis (Carrol, claro) has construido un libro de poemas que lleva dentro los gérmenes activos que intentan destruirla. Lo que a los ojos pasivos de un lector complaciente supone un parapeto, en los del lector que se entrega busca y percute, se abre como una playa a la imaginación. Todo se basa en ese alter ego al que haces aparecer en los pies de página (¿dónde encontrar un libro de poesía con tan gigantescos pies!) al que haces llamar Max Valderrama, conocedor perplejo y erudito tocapelotas aficionado a dar aclaraciones que nadie le pide, incansable buscador de exemplos históricos para contrastar con las propuestas que tus poemas disponen.

       Manual de desvanecimientos no es un libro para vagos ni para indiferentes, es un libro provocador, un acelerador de estímulos, una estela que habla de creación en mitad del páramo. Tiene algo, y algo más que algo, de estética eliotiana, de crear alrededor de las crestas de la creación anterior, de aprovechar la luz de las espumas, de las lecturas. Hablas en algún lugar de la granada como símbolo de muerte y resurrección: la disyuntiva, dices, como apuesta.


     Tuviste la suerte el lunes de contar en torno tuyo con Carmen Ortigosa, que te sabe y continúa, a uno de los lados, mientras en el otro te protegía y alentaba un tal Rafael Soler, de buena traza, que no dejó de molestarte, de aguzarte, para que dijeras contra y vencieras a tu natural timidez. Lo consiguió y poco a poco fue dialogando el poeta con ese Max Valdomar que te habita, te fabia y te encrespa.

       Yo voy a traer aquí uno de tus siete desvanecimientos, el IV.  Ese al que Max Valderrama, el tozudo y sapientísimo redactor de los pies de página intenta destrozar con aclaraciones, trayendo para el caso al físico Hofstadter, a Acrisio, rey de Argos, a Heidegger, a Humpty Dumpty, a Duchamp, a Malévich y su rusos de La Sota de Diamantes, a Bessie Smith, la emperatriz del bue, a Isadora Duncan, a Aquiles y la tortuga.

______________

DESVANECIMIENTO IV

5

Has vuelto a ti en las alas de las mariposas muertas,
con escarcha y trueno, transida de encuentro y yerta aún.
Con aguacero en las entrañas,
con la lluvia preñada en oro de Dánae.
Fatigada de almanaques sin alma.
Solo falta, pues, que te reconozcas en el vuelo
azul de tu infancia.
En la candente llaga que te sangra.

4

Esquirlas o pavesas de tiempo.
Minuto a minuto.
Día tras día.
Parámetros de aire que taladran tu córnea implacable,
inquisitiva, la ceguera que vendrá,
la nostalgia absurda de los logaritmos neperianos,
tus números primos y los Reyes Godos.
Tu mañana irredento en la confusión de las lenguas.
El acróstico final elevado al máximo
exponente con la fría crueldad de un silogismo.
Mínimo común divisor al fin.

3

En cada desvanecimiento nos reconocemos.
Todo abandono nos nombra:
lleva nuestro infortunio dentro, nuestro desconsuelo 
y el de los dioses antiguos.
Un azucarillo de nube se disuelve en el vaso
invisible del agua que nos recorre
como un tumultuoso río de fuego:
trópico de capricornio
en un ánfora encerrado.

2

Ádonde con esta suerte.
A qué carta quedarse si la Sota
de Diamantes se desvanece.
Si la Reina de Corazones se ha cortado
las venas en el aseo de minusválidos
con las astillas de un caballito de madera.
Solo el destino con sus losanges de sal
y pimienta dispone del viento.
Solo él irrumpe feroz con sarcasmo de cascabel.
Es dueño y señor de la comisura incierta de tu sonrisa.

1

¡Abajo el telón!
La tragedia ya ha terminado:
ahora sabrás si todo está por escribir
o por el contrario la vida está
intacta en tus versos.
¿Pérgola o arcángel?

domingo, 3 de diciembre de 2023

Un poema: Era clara la tarde

 















Viajero por caminos
extrañamente extraños, sé
que hay dolor o verdad, que hay dolor y verdad
acechando en los viajes.
 
Bajo, bajamos
el puerto del Lanchar, hacia la Torre,
suena el arroyo, me detengo junto
a su canción de mares: sin embargo
un silencio de verdes
crece a su orilla:
                                 la hermosa y clara
desnudez de unas lanzas, de unos juncos
en manojo de suave desconsuelo, haz
por donde el aire atreve
su promesa de voz, su melodía,
con un temor callado.
 
No elijo, no elegimos. Nada obliga.
 
Voy hacia el sur, vamos
la vida y yo con la tristeza
del aire por los juncos, con el agua que canta.