domingo, 17 de enero de 2010

Las Maneras de volver de Rafael Soler

.

Ha hecho bien, muy bien, Rafael Soler con querer publicar de nuevo. Me temo que nunca dejó de escribir. Por lo que he leído en el libro que ha editado con Vitruvio, estos versos no son sino la decisión de volver a decir en público. No le conocía, nada había leído de él, nada de su nombre. Un amigo común, Miguel Galanes, nos puso en contacto, seguramente por conocer nuestros modos o maneras y encontrar alguna similitud entre ellos, a más de la coincidencia en el año de origen.

He leído su libro. Lo he leído varias veces. Y cada vez han aparecido matices distintos. No tanto en los poemas en sí, como en la interrogación que cada uno plantea sobre la anécdota que lo hizo surgir. Rafael ha vivido estos años que duró su silencio editorial, ha vivido y ha visto vivir, ha sentido y ha visto sentir. Este libro es una crónica de lo vivido, lo visto y lo sentido. Una crónica escrita con paciencia y pasión. Me ha parecido encontrar evidencias de actos algo más que imaginados.

Una forma contenida en la expresión resalta la violenta franqueza de muchos de los poemas. No hay excesivos adornos, no demasiada pérdida de tiempo. Ni siquiera signos de puntuación, el tiempo no admite pausas. Al redivivo Rafael le interesa el conflicto. Y sobre todo, la vida. El eterno conflicto de la vida ¿hay otro? Amor, sexo, muerte, desapego, noche, renuncias, poder… no son árboles al borde del camino, son la sombra bajo la que caminamos. El libro me ha dado la sensación de público testimonio. De aceptación. De no renunciar a nada, ni al hielo ni a las fotografías, ni a las sedas ni a la tarde, ni al color de la rosa ni al verdugo.

La división del poemario en tercios no es un recurso en este caso. Cada tercio tiene vida propia. El primero se entretiene en relatar la contemplación y el diálogo de y con ciertas sensaciones vitales, fundamentalmente aquellas que giran en torno al alboroto de la carne, al escocés con hielo. A veces en tono de sorpresa, a veces como algo ya visto que se niega a fenecer. Me sorprende el tono, muy suave, de auto exculpación que navega por algunos de los poemas. “yo estaba en mi camino sentado con la tarde / y tú pasaste”. El erotismo no sé si se destila con más elegancia que ironía o viceversa.

El tercio segundo es titulado como Vivir es un asunto personal, y pocas veces he visto mayor acierto. Ya dije que todo el texto está muy alejado de lo virtual. De los versos falsos y rotundos. Y cuánto se agradece. La duda no evita la confrontación, buscada o no, con la experiencia de las cosas, de los otros, de las otras. Amigos que dimiten, nicotina que salva, agenda de fracasos, intentos de inventario. Especialmente bien construido el que cierra el tercio.

El último de los tres refuerza la sensación de poesía de la edad que trasmite todo el poemario. Y no hay que confundirla con la elegía de la queja o el gusto por el lamento con los que inundan tantos poetas sus rendiciones de cuentas. Tan previsibles como aburridas. Tampoco es la de la experiencia su vía, sino la del ajuste de cuentas consigo mismo y con la piel que le ha acompañado. Ya saben: entradas, salidas, saldo. Por supuesto que escucha el sonido de los tambores de la de siempre, pero hay en ello tranquilidad y complacencia y sobre todo la decisión de asumir lo vivido como única historia. No hay más, ¿qué hacer si no?.

La poesía como documento, como fe de vida. Como presentación ante lo que pueda llegar, no como despedida. No es poco, es lo justo y además bastante necesario.




Inventario


Asma

pánico a lugares sin luz
o escasamente ventilados

una deuda joven
renovada cada julio con esmero

un amigo antiguo que llama los domingos

varias gafas de sol
perdidas todas en lugares hermosos y lejanos

una promesa
que sonríe con sorna cuando hablo

un buzón que abro sólo si se queja
algunas oraciones en buena compañía
un ascensor donde tropiezo conmigo cada tarde

un homenaje que nunca merecí
un divorcio merecido

odio al alcohol
incomprensible y falso

dos plumas
una sincera la otra perezosa

y un día más para seguir conmigo.

1 comentario:

José Luis dijo...

Efectivamente, amigo Paco, este libro es, como se dice vulgarmente, un pedazo de libro. Y Rafael una persona extraordinaria.
Buena crítica.
Un abrazo!!