miércoles, 12 de marzo de 2014

La portera de Lavapiés

Para Rosa y Manolo 

Todo ha sido una lástima.

Todo empezó,
- le contó la portera a este pobre cronista-
en el cuarto derecha, donde vive
un poeta recluso.
No le diré su nombre, pobrecito.

Sobre las siete y diez
de la tarde sería, más o menos.
Ya me extrañó que no saliera
como siempre al runrún de una tertulia.
Cada tarde se iba, cada tarde.

Me han dicho que
comenzó por quemar infinitivos,
después poemas secos, muy, muy secos,
versículos sin fin, algodonosos, qué se yo,
varios miles de endecas, todo mugre.
Los tenía escondidos
en cajas de zapatos, a cientos, según dice
Ángel Guinda, el vecino
que más lo conocía.

El incendio, ya ven, ha sido pavoroso.
Diz que puso cuidado ¡vaya excusa!
cómo no iba a saber
que esas cosas no arden con medida,
tanto tiempo encerradas, sin uso y sin ninguna
utilidad ni luz, allí, tan pobres.

Reconcomidas ¡cómo no!
de rabia hallaron
en el fuego esperanzas. Y se ardieron.
Ya lo ve usted que se ha prendido
toda la planta cuarta. Sí, sí, claro,
llegaron los bomberos,
pero sin mucha prisa, no se crea,
yo les llamé diciendo: ¿Es el uno uno dos?
¡Hay fuego en Lavapiés,
se ha prendido en la casa de un poeta!

No es urgente, señora, a estos tipos
les gusta revolcarse, me dijeron
en ausencias y sombras. Y en cenizas.
Ya son plaga.
En casos semejantes es mejor
que no quede ni rastro –es la orden-  
y esperar a que todo se consuma.

En fin, yo no sabía
como estaba el asunto, mire usted,
todo ha sido una lástima.
¡Qué más puedo decir! Pobre poeta.

1 comentario:

Amando García Nuño dijo...

Vaya, ahora lo entiendo. Pasé junto al portal un rato después y me puse perdidos los zapatos. Sospecho que deberé limpiarlos a conciencia. Son cenizas de poeta, y suelen ser reacios al lustre. Y al olvido.
Abrazos, siempre