lunes, 28 de marzo de 2016

Un poema: Lejos de Atenas






Será porque hoy también 
llueve de forma 
neciamente mezquina
o porque los lagartos
perdieron la sonrisa y ya no intentan 
renegar, amagarse,
o porque los azules tristes
sueñan la confusión donde se mezclan

por lo que amo
lo inútil desesperadamente.

Causa que fue de mi expulsión de Atenas.

Vago sin ambición
por las ruinas del hambre, y pasan ya de 25 
los días que me arrastro
por cielos sin azar ni certidumbre

vago,
busco en desiertos, en palmiras,
mas no logro
reconocer el ara de la luz, el hogar de su Mientras.




viernes, 18 de marzo de 2016

Consejo de redacción extraordinario: San Serení




      Ocurre como en los Consejos de Ministros, que a veces se celebran fuera de su recinto habitual por motivos de conmemoración. Así ocurrió con el último Consejo de redacción de Mientras la luz, llevado a cabo en una localidad próxima a Palos de ls Frontera y famosa por sus asnillos algodonosos.Tal vez por tentación vocacional -o vacacional, tanto da-, el jefe se permitió en su perorata una pequeña digresión que tiene su aquel. Dijo: Estas feraces tierras, hoy pobladas de plásticos y fresones, me transportan a mi infancia y a un sucedido que nada tiene que ver con la poesía, pero creo interesante trasladaros. Ocurrió en un un lugar cercano al natal mío. Resulta que los devotos y devotas dotaron a su templo con una imagen nueva del patrón: San Serení. Tal era el atractivo externo de la talla, tal su amable compostura, tanto movía a rápida y sencilla devoción, que pronto se extendió por los contornos la fama de ser un santo muy acogedor y milagrero. El rumor llegó hasta un hortelano que estaba en el secreto y que, dudando de tal calidad, se negaba a ir a contemplarlo. Y menos a encomendarse o a rezarle. Tanto insistieron sus deudos que al final aceptó visitar el altar donde se exponía. El hortelano, tras unos momentos de observancia, recogimiento y meditación no fingida, comenzó su rezo. Texto que siento no trasladaros con fidelidad y que haré a la manera de Menéndez Pelayo, de memoria y por lo tanto con alguna inexactitud, pero con total veracidad. La redacción, que no estaba acostumbrada a estas ocurrencias, permanecía expectante o cuando menos atenta. El rezo, continuó el jefe, decía más o menos

San Serení de los Campos
que luces en el altar,
del pesebre de mi burro
eres hermano carnal,
en mi huerto te crié,
ciruelo te conocí,
los milagros que tu hagas,
me los apunten a mí.

      La historia resulta conocida, apuntó la becaria, que está crecida, y efectivamente, no sé qué tiene que ver con la poesía. A mi parecer, nada. Intervino entonces el redactor-novato, que como bien saben nuestros lectores es muy leído, y ducho en escuchar por muy asistidor, además de algo sosca. Y dijo: Es evidente que esta anécdota, cierta o tramada, nada tiene que ver con la poesía, nada, pero desde luego mucho, demasiado, con poetas. Aún duele el silencio que siguió.      

domingo, 13 de marzo de 2016

Un poema de M Ángeles Pérez López: La cuchilla

      Hay curiosidad y expectación por Fiebre y compasión de los metales, el nuevo libro de María Ángeles Pérez López, poeta de enorme potencia en su decir y de comprobada capacidad de provocación en sus temas. Poeta en la cual la acción de escribir halla sentido, fundamento, vida. Mujer que tiene la piel abierta. Piel por la que se cuela el viento sin permiso, los colores en desbandada, la caridad del sol, el estallido de lo humano. Piel sajada. Grietas y ascuas de las que mana tinta enrojecida de violencia y ternura, a un mismo tiempo. Urgencias. Si su anterior entrega, Atavío y puñal, que editó Olifante, fue un reguero caudaloso del dolor -cómo olvidar las mujeres abrazadas al verde, al añil, al bermellón del sufrimiento y de las sanaciones- el nuevo libro que aparece bajo el sello de Vaso Roto (bien por Jordi Doce) habla de los instrumentos de la herida. Habla del acero y sus variantes. Habla de sus posibilidades para la seducción, para la miseria.
Estamos atentos. Y como no podremos dar noticia presencial del acto anunciado en la Alberti para el próximo 16 de marzo, adelantamos para los lectores de Mientras la luz este poema con nombre africano y propio.

                       [LA CUCHILLA]

La cuchilla se eleva en el insomnio.
Parece un animal inofensivo
pero en la noche sueña con cristales,
con vallas levantadas para el miedo.
La que rasura al hombre lentamente
y recorre su rostro, cicatriz
de la mañana abierta en diminutas
flores de sangre roja y perfumada.

La que duerme en silencio en su cajón
como un verbo desnudo e inocente
pero luego destroza la sintaxis,
las manos cuando intentan alcanzar
la valla que prospera en la estrechez.

Siete metros de lava y de ceniza
izaron en Pompeya la desgracia.
Son seis los que atormentan esas manos
cuando en Melilla sangran las vocales,
falanges que fracturan el presente
y lloran rojas letras de papel.
Su tinta azuza el agua y la envenena.

miércoles, 9 de marzo de 2016

Hay buenas noticias




Foto: Miguel A García

       La becaria sonríe. El jefe ha prometido no sofocarla con aviesos jeroglíficos sobre las parvedades poéticas y sus menudencias. El jefe lee demasiados libros de caballería lírica y pierde el seso. Y se pierde. Ahora está todo el ambiente más sosegado. Escribimos esto porque la centralita de Mientras la luz se ha bloqueado durante días con llamadas en defensa de la becaria tras la noticia de los lloros que publicamos hace unas jornadas. La becaria tiene su aquel. Por eso, ante los excesos pseudocríticos del jefe (al que no se le conoce un solo verso potable), se pasea por la redacción con un epigrama de Juan José  Tablada, el mexicano de los haikus, ya saben, que viene a decir algo así

Crítico de Bogotá:
¿qué sabe la rana de un pozo
del cielo y del mar?

Y tan campante. Está pensando incluso en personarse en la mujerada poética de este sábado próximo en Función Lenguaje. Lanzada.

miércoles, 2 de marzo de 2016

Un poema. Alejandra Pizarnik ensaya su muerte



Me moriré desierta
de sangres repetidas y de ti,
no llegarás a tiempo, sé que no,
me moriré de olvido, del blando seconal

no sé vivir sin nadie que me enturbie, que me inunde,
hoy que nadie me inunda

quiero desierta:
retiraré de mí cada palabra,
cada sílex, cada pobre abanico de mujer,
cada cintura roja,
que no es sino vaciarme
del sonido del agua

todo es la soledad cotidiana del agua 

el agua y yo dos siglos
de pie frente a este muro, tan espeso,
oh muro, oh desdicha memoria de luz huera

ya no veo las lilas que deshojo,
yo nunca estuve llena sino de un viejo olor
a ciprés y a crayons que me persigue

písame cuando llegues, sin piedad,
quiero sentir tu peso
quiero sentir el peso de tu planta en el vientre
ya difunto

húndelo, quiéreme, písame, que tu deseo pise
el antiguo y ajeno de Alejandra
que esperaba... te.


(De Locus Poetarum)