jueves, 28 de septiembre de 2017

Un poema de Eduardo Merino: Qué hago yo.

    
  
    No reside en lo abstracto, necesita el mundo físico y los alrededores del abrazo. Sentir. Necesita que algo ocurra, aunque sea leve: un aire tímido que regresa y recuerda, el olor a cariño que perdura en ropa ajena, una palabra que suave le toque el hombro, una brasa pequeña que se olvida del fuego por hablarle. O un sitio en donde la esperanza de la felicidad alguna vez se hizo anunciación para ya no marcharse. Es buen lector, buen amante del libro, de los libros, ama explicarse con ellos y por ellos. Le mantienen. Es furioso lector de poetas que escriben carnoso, que se dejan palpar, de Félix Grande, de Joan Margarit, de José Luis Morales, por ejemplo. Es Eduardo Merino. Madrileño de Cazalla de la Sierra y poeta. Vive viendo brotar su obra, acequia ya en plenitudes. Este verano se ha (y nos ha) deparado una excelente sorpresa. Muy suya. Al hilo de una sensación de consuelo, tan necesaria, y que desea aventar, ha hecho imprimir un cuaderno de poemas que titula Casa prestada. Casa cierta en los montes de Huelva. Frescor para el estío. Agua árabe y sanadora. Sosiego de la tarde, compañía. Libros donde buscar. La luz sobre el amanecer del huerto. Un papel cerca.

Del cuaderno Casa prestada, este poema


Qué hago yo

(En El Castaño, leyendo a Jacobo Cortines)


Te agradezco lo dicho y que me cedas
la palabra que tomo entre temblores
de no saber usarla.
                                           Jacobo Cortines


Qué hago yo en esta tarde
tibia de agosto que agota sus horas
en un patio tranquilo y fresco
rodeado del aire de la sierra
leyendo los poemas y las notas
al margen de un poeta
naturalista y pasional.
Por qué no miro yo mismo las hojas
de la parra o el limón aún verde
la alberca que derrama por su caño
el agua fría en una huerta
que alberga mi consuelo.
Los propios cerros que rodean
con alma mi paisaje.

Qué hago nutriéndome de las palabras
tan bellas y precisas
que me cede el poeta
en lugar de levantar mi mirada
y simplemente observar lo que pasa
que todo pasa y apenas pasa nada
en esta casa prestada que habita
mis días de verano.
Y escuchar simplemente lo que se oye
que todo se oye y nada se oye.
Que la golondrina pasa y no pasa
y que la abeja está y no está
pero su zumbido es como el susurro
inesperado del silencio.

El poeta contagia sin embargo
su mirada profunda
y su propio paisaje.
Su voz encendida y sus nieblas.
Confundo sus recuerdos con los míos
y sus montes se tiñen del reflejo
enrojecido de mi cielo.
El pájaro que canta
en su verso no es el que yo oigo
pero acaso es el mismo.

Como acaso el mismo es este crepúsculo
que va oscureciendo la luz
de sus palabras y alejando así
también el nombre de las cosas
que cruzan mi horizonte.

Sin muros ni fronteras
los versos se entremezclan
rotundos con mi historia.


lunes, 25 de septiembre de 2017

Se abre temporada. Tres preguntas

    


Salir en búsqueda de la poesía oral ha sido algo habitual en esta casa. Razón de existencia.  Cuestión que ha conducido hasta las brasas a más de un redactor. Nunca confiesan motivos. Si por aburrimiento, si por agotamiento. Pero casi todos terminan cerrando el ordenador con furia, recogiendo soldada y efectos personales y dando un portazo por sello de despedida. Mas, así están las cosas, siempre acude, y firma jornada reducida, algún novato sin brújula. Con voluntad, pero sin convencimiento. Pocas semanas después, se sorprende de hablar solo, continúa por pedir consejo a la becaria (que le convence, aunque poco) y termina yoga sentado en una esquina de la redacción: postura del escriba primero y del sauce después. Cuando le acude el silencio metafísico todos sabemos y respetamos. El jefe ha decidido no suspender la sección, pero si reducir su periodicidad y amplitud. No es por misericordia, sino por exigencia del departamento de riesgos laborales. Hay acuerdo pactado en ello. Y lo dice la ley.¿La ley?


Lunes / 18 / Juana Vázquez

    Confesó la volubilidad de sus criterios, su indecisión para lo propio. Que los poemas que conforman La espiga y el viento, su antología de autor, son los que son, pero bien podrían ser otros. Que los eligió entre la maleza de una selva de dudas. Y lo volvió a hacer. Queremos decir que Juana Vázquez Marín la volvió a presentar, esta vez en la librería Alberti, lunes y 18. Con ella debutamos. Hubo primero palabras sencillas, sabias, solícitas y contundentes de Rafael Soler, que dejaron con delicadeza a Juana dispuesta y sola ante su libro reciente. Ya hizo lectura de estos poemas en la tertulia Montesinos, primera presentación, pero ahora estuvo más en sosiego. A Javier Lostalé, allí presente, le gusta de ellos ese aparente prosaísmo, cuya sombra logra ser modulada o alejada por un giro de muñeca lírico. Sobre todo, asegura Lostalé, en los poemas de amor. Juana, condenada a ser poeta, lo es de una poesía con tono confesional, escribe como vive y vive cuanto escribe. El viento y la espiga, la vida y el cuerpo, ese baile de deseos que tan bien interpreta. El libro ha sido editado por Ars Poética, un vendaval de novedades que dirige Ilia Galán, quien con cierto retraso hizo presencia. Buen ambiente, buenos amigos, buenos lectores de la poeta, que, en el barrido cronológico que fue su lectura, la oyeron detenerse en Tiempo de caramelos, libro de su angustia, libro donde relata una infancia desolada por circunstancias socio-políticas, libro que sigue preocupándole, según nos dijo. Sonaron entonces palabras de consuelo, palabras que le hablaron de sanación, de valentía. Ese libro parece ser su espina. ¿Quién no tiene?


Sábado / 22 / Rafael Escobar


    Tienen  los libros de Tigres de Papel sus portadas color membrillo, esa fruta melancólica y ácida a un tiempo. Otoñal de temporada. Abren el curso los Tigres con poeta de enorme personalidad, de intenso mundo propio, mundo de cuidada introspección y culto desasosiego. Abren temporada con el conquense Rafael Escobar. Profundo y tímido, el poeta suele llegar azorado a estos eventos. El viernes 22 volvió a suceder. Vino con él, para compartir presentación, Miguel Ángel Rubio, extraordinario conocedor de la obra de Rafael. Es persona de esplendente capacidad verbal, gran dominador del vocabulario crítico, decidido analista y experto en ilustrar con imágenes su discurso. Lo demostró. Ayudó en la lectura de poemas. Rafa Escobar es poeta como pocos, capaz de filtrar las emociones que atraviesan la piel: aquellas que desde los adentros buscan ser voceadas, y aquellas que desde lo ajeno acuden a ovarnos el vientre. Circuitos osmóticos les llamó Miguel Ángel.
Sujetos por un decir subordinado, los poemas, las respiraciones de Rafael, vuelan sin descanso desde la exhalación de la conciencia a la búsqueda del lector. Pero hay en los actuales menos justificaciones que en los anteriores. El poeta sabe que los ojos que miran ya conocen la clave, las obsesiones con que dicta su intimidad. O sus tentaciones morales. Y confía en una lectura cómplice de sus confesiones. Hay por ello más serenidad en el trazo. Y menor urgencia. La decisión de ser sólo, ante un mundo en donde su persona actúa como interrogador y como interrogado, se hizo evidente en el poema que habla de la muerte de los padres, escudos necesarios, y en la ironía del que recuerda la especificidad de los “solteros”. Dijo, y es cierto, que Sino a quien conmigo va, tal el título porque tal es su intención cuando escribe, contiene la novedad de textos de tono celebrativo. Leyó alguno. Señaló también sus deudas con lecturas de poetas que por circunstancias han resultado provocaciones escribidoras. Asuntos todos perceptibles en un acto que había sido preparado en exceso, lo que restó cierta espontaneidad a su desarrollo. Todo venía escrito y era demasía. Hubo que apresurarse. ¿Qué mejoran las prisas?  

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EL DÍA DE FIESTA
      
           (Con Giacomo Leopardi)


Demandan tu alegría,
llevan a tu puerta los ramos del sol nuevo en 
                                                                              [mayo,
los cantos sencillos de los templos,
y tú te los echas ávido a los ojos,
convencido del triunfo alto de su ser,
feliz en el esfuerzo limpio de tu desmemoria;
por un día aceptarás la vida que aún ofrenda su vuelo,
te darás al vigor de su pujanza
como si no supieras que la muerte mordió los frutos
y el amor se voló a su hueco de sombra;
por un día te sabrás promesa de hoy,
venderás tu inocencia por los trigales como una joven
que codicia el peso violento de un cuerpo
donde aprende el duelo de morir por su contrario;
hoy serás también mano entregada,
aunarás la voz en un salmo de comunión de todos
y  en ti se encarnará entre prodigios la sabiduría
que revela la felicidad como la fuga de un don,
un sueño breve de raíz de agua,
una semilla sin pan ni aliento en su mañana
cuyo nombre es la belleza que no se puede poseer. 
  

viernes, 22 de septiembre de 2017

Hoy (variación)






En una servilleta de papel,
entre las páginas
tal vez ochenta seis
y ochenta y siete
de un libro de Juan Gelman,
hay un trozo de bar 
y otro de cielo
del pueblo mío, de la piedra
que labraron mis padres

y apresadas y prietas
tres palabras que escondo,
porque olviden
el desorden y el hambre,
el veneno preciso
del país donde entierran cuanto amo.


jueves, 14 de septiembre de 2017

Un poema de Santos Domínguez Ramos: Memoria herida y compás de Manolito de María

     


Hondo en su
inquietud, Santos Domínguez Ramos es cacereño y poeta. Amador de lo édito. Lector sin fatiga. Posee la enorme delicadeza de dejar constancia pública de sus lecturas. En sus blogs hay noticias, reseñas, críticas de cuanto le interesa, de cuanto desea compartir. Que es mucho. A veces abruma pensarle en el afán. Santos es un lugar donde acudir. Por el rigor, por el saber, por el acierto. Aljibe en donde miles sacian, saciamos, para estar al momento de novedades editoriales. Entregas que suelen aparecer en sus blogs antes que en las estanterías. Cacereño y poeta. Porque tras ese vendaval hacia lo externo, existe un poeta denso y sugerente. Un poeta que no se esconde tras el runrún de las publicaciones. Su poesía ha sido valorada, apreciada, en diversos certámenes: Manuel Alcántara, Ciudad de Badajoz, Juan Ramón Jiménez, entre tantos. Hace unos años los sevillanos de La Isla de Siltolá editaron La vida navegable una amplia antología de su obra. Es dueño del color en las palabras, sabe, y cómo, de la sonoridad de la lengua. Cualidad esta que se ahorma en el mimo y el rigor con los que construye. Conjunción que consigue hacer a sus poemas reconocibles y que reconozcamos la voz que los levanta. Poemas que se resuelven como espirales de águila sobre amplias consideraciones existenciales. Rodeando el enigma, en busca siempre del centro del conflicto. Miradas ciertas en un temblor de Naturaleza y Hombre al fondo. En escasas ocasiones se detienen en la anécdota, en la provocación inmediata. Aunque también. Como en este caso –de Principio de incertidumbre, premio Ciega de Manzanares– en que el recuerdo de algo auténtico, de la voz de un cantaor, hace surgir la surgir la suya. Tierna y pedernal.        

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Memoria herida y compás de Manolito de María

De la cueva profunda,
del encalado fondo de la cueva,
se alza a compás su voz menesterosa
con un torrente antiguo y subterráneo
que brota de la roca del castillo del Águila.

Y en la venta Platilla se afana humilde y llama
al fondo de sí mismo
y entona con un hondo compás atropellado
la soleá cabal, la seguiriya grave,
la bulería pausada y luminosa.

En los tercios que canta
–canta porque se acuerda–
respiran las edades pesarosas del hombre
y laten como laten los perros vagabundos
la historia desolada de la calamidad
y un mensaje extraño de dolor y alegría.

Oscura como el fondo de la cueva,
clara como su cante combustible,
vibra allí la memoria herida de la raza
–las fatiguitas negras, el desamparo, el hambre–
con un compás herido de fiesta y amargura.

De su voz desdentada
brota una antigua luz inextinguible
y en su hondo pellizco analfabeto
hay un temblor de sangre antepasada,
la memoria indigente de la especie.

Llama negra en la noche inhóspita del mundo,
rescoldo en la intemperie de las flores del fuego,
herencia de palabras de los desheredados.

No lo sabía y cantaba
el tizón del estrago,
la manera de ser de la desgracia
con esa contención delgada y seria
que no se aprende, que es
el mapa doloroso de sus venas antiguas
–Joaquín el de la Paula, Macandé, Juan Talega.

Porque eso no se aprende, eso se nace
–le decía a Mairena–

con él, primo, en la sangre.

lunes, 11 de septiembre de 2017

Desmoronan



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Habitaciones mustias todo 
lo dicho y ya escuchado,
adobe su verdad

seco barro
y paja
que la lluvia, los cuerpos y su roce
desmoronan.

Me dijiste:
La verdad es la casa del hastío,
y adobe,
muro deleble,
estancias taciturnas
aquello que entre dos
pudiera ser explícito, lavado.

Entre nosotros –añadiste–
sólo lo inexplicable permanece.

jueves, 7 de septiembre de 2017

Un poema de José Luis Torrego: ELIot, ELIot, LAMA SABACTANI?

   
   En la Casa del Libro, la que comienza, según asegura, a sentir como casa propia por la delicadeza con que tratan sus libros (mesas de visibilidad, escaparates…), presenta José Luis Torrego su Suzanne. Editado por Amargord es su tercera entrega poética. Antes existieron  Levantas los párpados y amanece (Vitruvio, 2012) y Piel disidente (Lastura, 2015, dos ediciones) a más de un excelente libro infantil, gran éxito de ventas, titulado El cerdito guarrete y algún amiguete (Lastura 2017).  José Luis es segoviano, filólogo, profesor, fotógrafo y poeta.

José Luis Torrego ante el espcparate de la Casa del Libro
de Gran Vía y la portada de Suzanne.
(De su perfil de FB)
        Si José Luis Morales, uno de sus poetas de referencia, dijo de él, en ocasión de Piel Disidente, que es poeta “ajeno al dramatismo extremo y seco de otros escritores heridos por una mirada vertical (por decirlo con  Roberto Juarroz), pero igualmente pensativo y próximo al pathos del desaliento” Y dueño de una “poética obsesionada y ciclotímica, tierna y lúcida, profundamente seria,  nunca ácida, a pesar del dolor que la ensoñación y la herida —conjugadas— rezuman”, Es difícil desprenderse de estas definitorias palabras cuando uno se enfrenta a la lectura de los poemas de Suznnne. Desolación y ternura como maneras de entender el mundo, de penetrarlo y de ofrecerse a su penetración. Pero en su Suzanne, referente personalizado de cuanto de aspiración noble y placentera tiene lo humano, y que sirve de interlocutor/a, hay algo más, algo que queremos dejar patente. Hay un salto cualitativo en su manera de construir poesía. Aquí desparecen las rígidas fronteras de timidez y tanteo que traspasaban los primeros poemarios. La desenvoltura en las formas, incluidas las topográficas, las constantes referencias lectoras y de génesis, su provocadora universalidad de intenciones, su fructífero culturalismo, la amplitud indagativa de un vocabulario comprometido con el tuétano del poema, la exigente falta de concesiones a lo establecido, quiero decir su decisión de rotura, de ir más allá de lo formal y ya labrado, la reconocible personalidad de un discurso teñido por la filosofía de la incerteza, y la hábil aplicación con que consigue que el fragmento y lo discusivo se alternen dialogando, lo sitúan entre las voces llaves de una generación.
A pesar de su tardía aparición en el paisaje poético hispano, José Luis Torrego, buen gestor iconográfico, golpea con precisión de voz y audacia la concurridísima mesa. Ojalá y la sosegada contundencia de su grito se escuche como debe. Por él no ha de quedar. Miércoles y 13, su presentación madrileña.     

      De Suzanne, un libro que en nuestra opinión debería haber aparecido en la Colección .C de Amargord, junto a Voces en off de su cercano Alejandro Céspedes, este poema.


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ELIot, ELIot, LAMA SABACTANI?

I

En nuestra mano ya no hay cartas
de navegación que preserven nuestra nave del escollo
sólo cartas al azar y boca arriba
de una torre de un ahorcado de un marino
fenicio que naufraga en un tarot
del Sternbergersee nobiliario y encrespado

a quién si acaso a alguien le importa?
                                            Madame Sosostris baraja indolente
sus naipes sin lustre pegajosos
por el uso y el poso sudoroso de los lustros
y los vahos que sedimentan el alcohol de los vencidos
en una pensión de Ginebra
en un lago de Ginebra
en un vaso de ginebra en un beso
marchitado de la reina Ginebra a Lanzarote
que se fue
de punta en rojo
rumbo a su lac, su lai, su loin


II

                                    Y el ahorcado del tarot reza

en la vasta extensión mínima entre muerte y nacimiento
ese instante respirado entre dos inexistencias
apenas si hay un sueño azul bajo tanto escollo a oscuras

una noche de jacintos oh doncella en el jardín de los amantes
y toda una vida luego en que te llamen la Chica de los Jacintos

la soledad se interna en un laberinto de arrugas como una detonación
                                    la soledad se interna
                                    en un laberinto de arrugas

                                    como una detonación

oh mi niña qué te he hecho? se lamenta Horacio
pobre niña dicen los poetas renacentistas del Carpe Diem
y los barrocos y los malditos y los visionarios ingleses de los muelles opiáceos

las palabras gastadas apuñalan unicornios si son nuevos los oídos
y ensangrientan azucenas que iniciaban su caricia


viernes, 1 de septiembre de 2017

Primer Consejo de Redacción (en plasma)





     Buen septiembre, bienvenidos, gracias por estar aquí. Parece que seguimos. El Jefe lo decidió ayer, jueves,31 de agosto. Hubo Consejo de Redacción por video conferencia (vulgo plasma). Quiere reorganizar el funcionamiento de Mientras la luz. Es una decisión quebrantable como todas las suyas. Oportuna, nos dice, hacen falta reformas. O cambiamos o perecemos. Patria o muerte que decían los liberales decimonónicos. Lo que sucede es que no sabe aún en qué dirección. Si mantener los nombres y cambiar las funciones o mantener las funciones y cambiar los nombres de las cosas. Dice que se ha tomado un mes, un año, un siglo en Torrevieja para pensar. Allí sigue, tumbado, donde tiene un tío registrador de la propiedad. Y leyendo a Karmelo para aprender la manera paisana de estar en los bares, y para luego contarlo de manera aparentemente ingeniosa. La redacción, mientras, es un alboroto. El botones Picodemonte escribe dazibaos y llena las paredes diciendo que quiere irse, redactar por su cuenta. Lo audaz y lo prudente es seguir juntos, le decimos. Y esperar. La poesía, le añadimos, es un país cultivado desde hace mucho, pero que sigue siendo fructífero para todos si se siguen ciertas reglas. He aquí algunas, una docena, que pueden evitar el batiburrillo. Son de un casi paisano nuestro, hijo de agricultores y enterrado en Calaceite. Tal vez ya supongan ustedes de quien se trata. No es poético decirlo todo.
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La poesía es un camino de ida, pero sin vuelta. Los que vuelven regresan de otra parte.

La poesía es como una piedra en medio del camino. El buen poeta tropieza con ella y cae. El mal poeta nos la tira a la cabeza.

Lo discursivo puede ser poético, siempre que el discurso pague los platos rotos.

Para ser capaz de decir algo, hay que renunciar a decirlo todo.

Algunos poetas parecemos ignorar a la décima musa: la que aconseja no escribir.

Quien no se admire de hablar y que le entiendan, no lea poesía.

Sólo quien es capaz de soledad puede convertir el agua en vino.

Antes de escribir, hay que aprender a no hacerlo. Los fundadores se retiraban durante años al desierto, no para meditar, sino para cumplir este aprendizaje.

El poeta grande no evita necesariamente los lugares comunes porque sabe usarlos con magnanimidad.

El exceso de sinceridad en la poesía, como en el trato, es un egoísmo y, en último término, una falta de educación.

Todo discurso sin zonas de oscuridad es convencional y carece de inspiración. Pero oscuridad, en este caso, no quiere decir falta de lucidez.

La poesía está hecha de lo que se dice, pero también de lo que se calla. Por eso, quien lo dice todo no es poeta. Quien lo calle todo, tampoco, pero resulta menos molesto.